Jugando con desastres: Un ejercicio de diplomacia para líderes de educación en emergencias

Publication date
Bryann Avendaño, Ph.D, Enseña por Colombia alumnus
Image
A man stands at the head of a long table with people sitting on either side, there is a screen behind him with a colorful presentation and white board and flipcharts with writing on either side

Read this story in English

 

Desde mi experiencia como investigador y facilitador en planificación para la resiliencia junto a tomadores de decisiones, he comprobado que los juegos pueden ser vehículos poderosos de aprendizaje, especialmente en contextos complejos como los desastres. Por eso adapté Jugando con la Incertidumbre, el juego de mi tesis doctoral, a un nuevo escenario: la Educación en Situaciones de Emergencia (EiE).

 

En la Cumbre de Líderes de Sistemas de Educación en Emergencias de Teach For All, realizada en Nairobi, llevé a cabo un ejercicio donde los participantes asumieron distintos roles de liderazgo y simularon su respuesta en situaciones de crisis. Por ejemplo, una situación tuvo lugar en Montes de María, Colombia, donde la violencia interrumpe la educación rural con amenazas, minas terrestres y el reclutamiento de niños por grupos armados. Para responder, los jugadores debían decidir cómo proteger a estudiantes y docentes, promoviendo el aprendizaje sin perder la neutralidad. En otro escenario, un terremoto azotaba Bamiyán, Afganistán, destruyendo escuelas y aislando a las comunidades hazaras. El desafío en esta situación fue priorizar y distribuir recursos entre la educación, la atención psicosocial y la equidad de género, en un contexto étnico y político complejo.

 

El juego se realizaba en grupos de seis personas, con roles asignados que iban desde directores de escuela hasta funcionarios humanitarios. Usamos un dado para cambiar de escenario y de roles, lo cual permitió a los participantes experimentar varias perspectivas. Cada participante debía defender su postura y tomar decisiones en tiempo real. Lo que inició como una dinámica lúdica rápidamente se transformó en una auténtica experiencia diplomática: un laboratorio de entendimiento intercultural y cooperación práctica.

 

Los asistentes provenían de todo el mundo: desde Ucrania hasta Colombia, de Bangladesh a México, de Zimbabue a Filipinas. Todos con distintos trasfondos, enfrentando el mismo reto: priorizar, negociar y colaborar frente a una emergencia educativa. Inspirado por el concepto “diplomacia de los desastres” de Ilan Kelman, mi intención fue crear un espacio para practicar la diplomacia educativa, donde nuestras realidades locales, restricciones de financiamiento y esperanzas comunes se cruzaban. En ese cruce, descubrimos el poder de actuar en red.

 

Este ejercicio también fue la manifestación práctica de una palabra que aprendí de mis colegas africanos: Ubuntu, o “yo soy porque nosotros somos”. A veces cuesta imaginar cómo esta red global de la que formamos parte puede funcionar en una situación específica e inmediata. Pero aquí lo logramos: nos reunimos, jugamos, debatimos y colaboramos para responder a un problema urgente. Descubrimos que la colectividad no es una idea abstracta: es una práctica, una pedagogía, un camino.

 

Uno de los mayores riesgos en la Educación en Situaciones de Emergencia es limitar las respuestas a una única acción “técnicamente correcta”. Los desastres afectan a comunidades diversas y requieren soluciones diversas. Jugar se convirtió en un ejercicio de diplomacia porque nos obligó a escuchar, debatir, representar distintos intereses y buscar soluciones compartidas bajo presión.

 

Este ejercicio cambió mi perspectiva de maneras que no había previsto. Los participantes se involucraron con tanta pasión —con risas, desacuerdos y finalmente consensos— que reafirmó en mí la convicción de que jugar no es solo una metáfora, sino un método para revelar sabiduría y empatía en circunstancias difíciles. Las conversaciones durante y después del juego revelaron una verdadera necesidad de herramientas que ayuden a los equipos a ir más allá de respuestas técnicas y abordar el tejido humano y complejo detrás de cada crisis.

 

Quizás lo más importante es que la experiencia nos mostró el potencial transformador de invitar a la imaginación colectiva a las respuestas en situaciones de crisis. Ahora estoy explorando cómo incorporar elementos de este ejercicio de “diplomacia ante desastres” en las capacitaciones regulares para líderes de EiE, y experimentando con maneras de usarlo como una reflexión estructurada después de emergencias reales. Por eso jugamos: para entender otras realidades, empatizar y pensar en soluciones colectivas. Jugar, esa fue mi invitación a la acción.